viernes, 23 de diciembre de 2011

Por las noches la soledad...

Todo gira, todo pasa. Y yo ¡qué? Estoy acá. No aguanto el ritmo, no sigo la pista. Me pierdo, me encuentro, a veces demasiado tarde. Siempre es demasiado tarde. Veo todo confuso, todo oscuro y triste. Sé que hay claridad, pero no la veo. Y termino más allá de todo, donde nadie llega, donde nadie me ve, me siente, me toca, me escucha. Donde mi mente se vicia con su mierda, y donde también, encuentro paz algunas veces. Donde pareciera que puedo vivir tranquilamente, aislada. Nada más que yo y lo que me rodea inmediatamente. Pero es imposible quedarme para siempre, y cuando vuelvo me doy cuenta de todo lo que me perdí. No me gusta nada. No me gusta que el mundo siga sin mi, y siga igual. Me da miedo de que todo funcione tan bien sin mi presencia que me vuelva totalmente prescindible. Una piesa prescindible del rompecabezas. Es mi frase predilecta, nunca me abandona. Y entonces pienso que estaría bueno que solo por un momento todo girara en torno a mi. Sí, pensamiento egocéntrico, narcisista, soberbio, lo que sea, pero quisiera saber lo que se siente. Que sea tanto lo que hay a mi alrededor para mi, que no me deje pensar, que haga que mi cabeza ponga pausa un instante. Un instante nada más. Aún así es mucho pedir. Imposible.
Vago por los confines interminables de mi memoria. Todo se oscurece cuando se pone el sol. El viento pasa sin llevarse nada. La luna, que a tantos invita a bailar, no me habla, no me espera. No soy una persona de la luna. Nunca lo fui. Creo solo en lo que mis ojos ven. Me refugio a la expectativa de algo que tenga sentido. De alguien que entienda. A veces, siento que estoy viva solo porque respiro. Y de a poco me vuelvo a perder, todo se empieza a mezclar, ya no hay un orden de las cosas. Cuando todo está afuera, puedo parar. Un poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario