domingo, 24 de junio de 2012

Juegos Macabros.

Una mente enferma que no está enferma más que porque quiere estarlo. Envuelta en su propio mambo, a la expectativa de todo. Un poquito de dolor y todo se desmorona como castillo de cartas. No es capáz de aislar las sensaciones, las situaciones. Prefiere sentir mucho de todo, a nada. No soporta el sufrimiento ajeno; un poco por empatía y un poco por envidia. Está cansada de la oscuridad, quiere puro sol. Luz. Quiere paz, dentro y fuera de ella. Quiere homogeneidad. Que todos estén bien. Si no puede ser así, ella también estará mal. Estará peor. Liberará todo, por frustración, por inercia, por cansancio, por miedo. Miedo a ser hecha a un lado. Miedo a la soledad. Pero a la vez no quiere a nadie, no quiere que la sofoquen, no quiere que la saturen. Quiere eso que nunca tuvo. Y quiere el control, quiere recuperar el control. Ya no sabe bien como se siente tenerlo, como si nunca lo hubiese tenido, no lo recuerda. A veces ya no tiene fe en recuperarlo, se rinde y se deja llevar, nunca demasiado, pero siempre está al borde. A un pasito. No llega a nada. Va de una punta a la otra, y vuelve a empezar. Sube y baja constantemente. No sabe que esperar. Pero tiene esa constante idea, de que por más alto que llegue, va a terminar en el piso. Nunca logra un vuelo constante, estabilidad. Nada. Y quiere gritarlo, pero no quiere que nadie lo sepa. Y quiere contarlo, pero le dan miedo las consecuencias. Y se pregunta, hasta donde saben los que saben, y hasta donde ignoran los que ignoran. Es contradictorio que justamente por todo eso, no puede tener eso que quiere, eso que, según cree, cambiaría todo. A veces solo quiere apartarse del mundo y sufrir tranquila, otras quiere que la consuelen, otras quiere estar bien y consolar, otras quiere que todo desaparezca, y a veces, quiere desaparecer. Una mente consumida en si misma. Una mente que es su remedio y su enfermedad. Una mente que juega con lo que no se debe. Que esconde cuchillos para no lastimar. Que ya no entiende nada. Cuya percepción cambia constantemente. No puede confiar en si misma. No sabes si lo hace a propósito, para manipular, si su enfermedad consta en eso, en la necesidad. Quizás sí, quizás no. Quizás es todo una mentira. Quizás su sentir es meramente poético. Quizás lo piensa explotar al máximo, sin importar las consecuencias. Pero pensando en eso se siente mal. No quiere. No quiere ser veneno, no quiere ser enfermedad. Quiere dar asilo y ser esperanza. Es una vaivén interminable. Solo quiere parar.

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